Deportivas @RetroReto

¡Gracias, Luis Aparicio!
Antes de nombres con apodos divertidos, como el gran Kung Fu Panda Pablo Sandoval, el Kid Francisco Rodríguez, El Rey (David Concepción y Felix Hernández), El Gato Andrés Galarraga o El Come dulce Bob Abreu, por nombrar algunos, apareció un fenómeno que marcaría el inicio de una era dorada para los peloteros criollos.

Fue un 17 de abril, corría el año 1956, una fecha que está marcada en la memoria de todos los amantes de la pelota venezolana y de millones de fanáticos fuera de las fronteras de este bello país. El debut de quien en poco tiempo, se convertiría en uno de los más grandes deportistas que ha dado Venezuela.

Luis Ernesto Aparicio Montiel, mejor conocido como Luis Aparicio, hacía su debut en la gran carpa del béisbol con los Medias Blancas de Chicago. Considerado uno de los mejores campocorto de la historia, Aparicio llegó a Chicago con el objetivo de destacarse y dejar su huella desde el primer día.

En esa primera temporada en las Grandes Ligas, conquistó el premio al novato del año, conectando 142 hits, 3 jonrones, impulsando 56 carreras, y terminó con un promedio de bateo de .266, demostrando que estaba para cosas grandes, demostrando que su nombre sería recordado por siempre.

Fue nueve veces líder en bases robadas de forma consecutiva, uno de los mayores logros de este gran venezolano. Asistió trece veces al juego de las estrellas y se hizo con el Guante de Oro un total de nueve veces.

Aparicio se convirtió en el primer venezolano en ganar la Serie Mundial, al hacerlo con el equipo de los Orioles de Baltimore en el año 1966, temporada en la que logró un promedio de bateo de .276, con 182 hits, 6 cuadrangulares conectados y 41 carreras impulsadas, abriendo de esa forma la puerta para las futuras generaciones de peloteros venezolanos en el mejor beisbol del mundo.

Jugó un total de 18 temporadas en las Grandes Ligas, en los cuales acumuló un total de 2677 hits, 83 jonrones y 791 carreras impulsadas, para quedar con un promedio de bateo de 262, números que le hicieron merecedor de un espacio privilegiado cuando fue exaltado al Salón de la Fama – Cooperstown – en el año 1984, colocando la bandera venezolana en la cúpula de los inmortales allá en Nueva York, y llevando en sus hombros el orgullo de ser el único criollo integrante de este Olimpo del béisbol.

No fue el primer venezolano en llegar a las Grandes Ligas de Béisbol, pero sin duda alguna, nuestro Luis Aparicio marcó el camino de los muchos peloteros que vieron en él la esperanza de lograr ser los mejores, de poner el alto el nombre de su país, de alcanzar todas las metas trazadas.

¡Gracias, Luis Aparicio… Gracias a ti, Venezuela llegó al mejor béisbol del mundo para quedarse y marcar la pauta!

Por: Beaneyvi Aponte @Beaneyvi #DeportesConTacones

Cómo ser retro y no pasar de moda?

Siempre me pregunté si el betamax podía marcar otra hora diferente a las 12:00 intermitente y si llegaría el día en que el control remoto no estaría conectado a través de un cable a este aparato; esas dudas me persiguieron por algunos años y hoy en día presumo de ser parte de una de las generaciones más afortunadas que haya pisado este mundo. Nosotros logramos disfrutar de la música en cassettes y LP’s, sabemos los que es un walkman y recordamos con nostalgia el reproductor de radio para carros que tenía seis teclas inmensas para cambiar el dial de las pocas emisoras en AM que había en aquellos años; la trilogía de Mad Max la vimos en betamax y en VHS (por el que muy pocos apostaban) logramos ver algunas películas más que no vienen a mi memoria; recuerdo a uno de mis tíos luciendo afro y cual Casanova de Kiko Mendive (+) paseaba por la cuadra con su enorme reproductor doble cassette al ritmo de Daiquiri y su “Chamito Candela”, también Aramis Camilo con “Candela pa’los pies”. En esa época la felicidad estaba completa, pero la tecnología llegó para complicarnos la vida, pues con una palanca y un botón era posible salvar el planeta del ataque de los marcianos jugando Atari.

A la telefonía celular que vimos nacer le servía una caja de zapatos como estuche; los modelos innovadores como el teletac 250, el tango 300, entre otros (no en vano les llamaban Ladrillo), evolucionaron rápidamente para dar paso al Startac, el mercury y los más añorados, el Vulcan de Motorola y al Ojo Azul de Samsung.

Pasamos el susto de la predicción de retroceder a 1900 y el mundo tecnológico sería un completo caos a consecuencia del Y2K. Vimos el nacimiento del internet, el correo electrónico y el Messenger, sin poder olvidar que navegamos con Netscape a través de tutopia.com, como también que fueron muchas las horas que dedicamos al latinchat.com y el chat de Cantv.

Muchos inventos se quedaron en el proceso de la evolución, como las unidades de respaldo Zip y Jazz; el discman que pasó sin pena ni gloria; el beeper que lo recordamos, solo eso; las máquinas de escribir eléctricas y el fax que niegan a morirse. Cuando nació el CD muchos aseguramos que nada sería capaz de superarlo, hoy en día cuando salió el BluRay ya somos muchos los que decimos: “Y ahora que vendrá”; los teléfonos ahora son inteligentes y los videojuegos inspiran respeto.

Hasta los Jeans han evolucionado, y cito este ejemplo para retomar el título del artículo, ya que no podemos olvidar nuestro pasado, sino que por el contrario debemos tener en cuenta lo divertido que es recordar a menudo lo que hemos vivido, ya que sin darnos cuenta, somos una generación retro que vive en el presente y somos testigos del futuro.

Josben Torres / @josbentorres
• Creativo Publicitario
• Comunity Manager&Social Media Marketing
• Fundador-CEO @RetroReto

De estilos y estilachos... @TutuDominguez

Tengo la (mala) costumbre de estar lista siempre por lo menos 15 minutos antes de lo que debería. Si me dicen a las 7:00, yo a las 6:45 estoy totalmente lista y esperando como un clavel. Hoy en día lo hago sin atolondramiento, pero por allá en los años 80 (Ojo que vieja es la Mona Lisa, yo solo tengo experiencia) me era un poco más complicada la cosa. Hagamos un breve recuento del proceso de "embellecimiento" de la época y entenderán el porqué.

Luego de la rutina obvia de higiene personal (bañarse, cepillarse los dientes, etc) venía la "etapa de acicalamiento" . Asumiendo que ya mis uñas estuviesen perfecta e impecablemente pintadas bien sea con algún color fosforescente o con el Baby Pink de Valmy (aquel que era como una especie de Tipp-ex con tonalidad rosada) tocaba el tema del cabello. Lo primero: peinarse, pero con mucho cuidado de que el cabello no quedara "peinado". Es decir, había que usar un peine —Dios nos libre de encontrarnos en el camino uno de esos cepillos de esqueleto— que tuviese los dientes lo suficientemente separados como para que soltara los nudos, pero sin desbaratar los "rulos" que con tanto esfuerzo de no peinarnos habíamos logrado. Era tarea difícil.

Posteriormente, sacábamos aquel pote verde que decía "Savia" y comenzaba un proceso de embadurnamiento masivo, rulo por rulo, haciendo un movimiento extraño de abajo hacia arriba como agarrando-soltando-agarrando-soltando. De suma importancia controlar la cantidad de savia, porque si era mucho, el cabello parecía sucio y no se veía "natural". Mientras el cabello absorbía el líquido verde y espeso, era importante aplicar la primera capa del delineador en los ojos, para que estuviera seca luego. Dependiendo del atuendo, podía ser negro, verde, o un azul eléctrico que usábamos que jurábamos que nos veíamos regias, cuando en realidad parecíamos una especie de vacas recién paridas con los ojos encandilados. Pero bueno, era la moda. Luego de aplicada la línea superior e inferior de los ojos, continuábamos con el cabello. Pieza importantísima de los artilugios femeninos —casi tan importante como es la plancha hoy en día— era el difusor. Para quienes no lo saben, esto era una especie de campana tapada en su base pero con muchos huequitos, que se colocaba en el secador de pelo y cuya función era que el aire caliente saliera como en "hilitos". Difusor en una mano y con el mismo movimiento de agarra-suelta-agarra-suelta, íbamos perfilando aquel maravilloso peinado despeinado que nos daba un aire natural como si acabáramos de llegar de la playa. Terminado el proceso y con mano y brazos adoloridos de tanto agarra-suelta, utilizábamos un potecito blanco con spray llamado "Final Net" que daba el toque de acartonamiento, para que el peinado "natural" no se deshiciera. En este punto, tomábamos una porción del cabello justo encima de la frente que ya cada quien tenía medido según su gusto, se le daba una vueltica y se aseguraba con un montón de ganchos para lograr aquella "bombita" que era similar a la cresta de un pavo real, no por lo bella, sino por el orgullo con que la lucíamos. Voilá! Habían pasado entre 30 y 35 minutos solamente en el cabello.

Las cejas. Nada de sacarlas, ni tatuarlas, ni nada que se pareciera. Se usaban "al natural" aunque yo más bien diría "salvajes". Para someterlas, usábamos un cepillito de cejas embadurnado en gelatina —aunque Avon sacó un producto que no era más que un potecito de rimmel con su cepillo que venía con gelatina— y las peinábamos hacia arriba para que se vieran "organizadas". Listas las cejas y seco el delineador, colocábamos las sombras, abarcando todo el párpado y con colores escandalosos. Y por supuesto, el labial Valmy Baby Pink, que ese sí era impelable en los labios. También se usaron mucho unos labiales que cambiaban de color cuando te los aplicabas, pero que resultaron ser medio desastrosos porque eran como indelebles pero se regaban, así que si andabas con el noviecito y se daban unos besitos —latas para la época— terminabas pareciendo que habías peleado con un payaso.

Procedíamos entonces a ponernos los pantalones Pepe—a la cintura, por supuesto— o en su defecto Wrangler o Branger, como dirían lo que hoy llamaríamos Tukkys. Como no eran ni tubito ni anchos, se tomaba lo que sobraba en la parte de abajo para que quedara bien pegado y se hacían dos o tres dobleces hacia arriba, a modo de ruedo. También se usaron mucho los pantalones con estribos, que eran como una especie de los leggings de ahora, pero con uno huecos por donde meter los pies que daba la sensación de que uno era familia de Bambi, por las piernas como estiradas. Luego media sobre media —de dos colores distintos— y los impelables botines Reebock. También se usaron mucho los zapatos Mimi's y los Vans, pero los botines eran las estrellas del cuento. Si eran los pantalones con estribo, con unas zapatillas bajitas bastaba.

A continuación venían las hombreras, cuyo tamaño dependía en realidad del gusto del consumidor. Franelón o blusa dos tallas más grande encima y podía usarse o no unos cinturones anchísimos como de ligas, que le daban a uno aquel aire de hallaca-mal-amarrada elegantísima.

Ya casi listas, venían los accesorios. Perfume Color's de Benetton. El infaltable Pop Swatch. 6 o 7 pulseritas de cordón con doble nudo, preferiblemente fosforescentes y que podían ponerse unas con el reloj y otras en la mano libre. Unos 3 o 4 brazaletes tejidos y, por supuesto, unas 30 o 40 liguitas negras de potes de compotas. La cartera variaba: podía ser un bolso Romano, una cartera transparente de acrílico o alguna cartera de acetato de colores escandalosos. Los zarcillos y collares, seguramente serían de plástico y los colores dependerían, obviamente del atuendo.

Como supondrán, ya estaba tarde. Pero con mi total elegancia, salía mandada a la calle, donde ya me esperaban en la Wagoneer dorada, mi noviecito de la época con su franela Polo, sus jeans Pepe, sus zapatos Sebago y la colonia Polo también (o en su defecto Off Shore), gritando que me apurara porque íbamos a llegar tarde a El Poliedro. Un grupo que traía a todos vueltos locos, se presentaba en Venezuela por primera vez. Eran 4 panas y se llamaban Hombres G...

@TutuDominguez "Mi cédula en la Cartelera…"

Decía mi amigo @jamaldo que mi cédula hace tiempo dejó de rodar y que ahora simplemente está engrapada en la cartelera de Twitter. Digo “decía” porque eso fue antes de que @RetroReto entrara en Twitter. Ahora creo que en cualquier momento conseguiré una valla publicitaria que además de ponerla en tamaño gigante, tenga la fecha de nacimiento resaltada y en números rojos. Así que, para dejar de vivir con miedo a topármela en una esquina, debería subirla y rendirme ante lo evidente.

Y es que, claro! para una fanática de las trivias sobre temas retro (para no decir viejos), la cuenta se ha convertido en un vicio. Confieso que me muerdo los nudillos para no responder, pero, considerando, que tuve la audacia de crearle una columna para ella sola en HootSuite, con una lista que además se llama RetroReto (sí, me pasé de original), pues me ha sido un poco difícil.

Me saltan los ojos cuando veo, de reojo, preguntas como “¿Cómo se llamaba el dragoncito de la Srta. Cometa?” (vía @ciriza01) o leo preguntas al aire de “¿Quién es este personaje?” y su respectivo link… “¿Cómo se llamaba esta serie?” y otro link más… y ¿cómo demonios hago para no abrir los links…? No puedo. Me declaro incompetente. Tengo los pensamientos inundados de comiquitas, series, artistas, personajes, canciones, comerciales… Acuesto a mis hijos en la noche y me pongo a pensar qué voy a poner al día siguiente. Ah no! y para colmo, tengo a @caelacedula pisándome los talones y marcando cada vez que mi cédula rueda…

Bueno, mejor es que no me queje mucho, total siempre han dicho que “Recordar, es vivir…” jeje…

@CarlotaSosa y @romerorafaelg conversaron con #RetroAdmin

En "Otras cosas que hacer en la cama…" conversamos con el administrador del usuario en twitter @retroreto, el jóven emprendedor Josben Torres. Este usuario se ha convertido en un hit durante los últimos cien días ubicándose en los primeros lugares del ranking de twitter a nivel mundial.

Escúchalos
http://www.unionradio.net/OndaLaSuperEstacion/Actualidad/visorNota.aspx?id=7897&tpcont=0